lunes, 29 de marzo de 2010

De la catedral al oratorio

Nuevas formas de fruición cinematográfica

Por: Eduardo Serrano Rojas*

Desde su lanzamiento al mundo el 28 de Diciembre de 1895, en el sótano del Grand Café del Boulevard des Capuchines en París, el cine ha cautivado a sus espectadores como una maravilla tecnológica, como un artilugio fantástico y mágico que es capaz de reproducir la imagen en movimiento. Desde el mismo momento de su invención, este proceso de capturar y reproducir la imagen en movimiento no ha cesado de evolucionar y a lo largo de los años ha sufrido procesos de sofisticación tecnológica de tal complejidad, que lo llevaron a ser considerado el séptimo arte, un espectáculo de masas sin precedentes en la historia. En sus inicios el cine fue un experimento científico, así como su madre la fotografía. Fue después que este invento cautivó a los artistas:

En 1896 el ilusionista francés Georges Méliès demostró que el cine no sólo servía para grabar la realidad, sino que también podía recrearla o falsearla. Con estas imaginativas premisas, hizo una serie de películas que exploraban el potencial narrativo del nuevo medio, dando inicio al cine de una sola bobina. En un estudio en las afueras de París, Méliès rodó el primer gran filme puesto en escena cuya proyección duró cerca de quince minutos: L’Affaire Dreyfus (El caso Dreyfus, 1899) y filmó Cendrillas (Cenicienta, 1900) en 20 escenas. Pero sobre todo a Méliès se le recuerda por sus ingeniosas fantasías como Viaje a la luna (1902) y Alucinaciones del barón de Münchhausen, en las que experimentaba las posibilidades de los trucajes con la cámara de cine. Méliès descubrió que deteniendo la cámara en mitad de una toma y recolocando entonces los elementos de la escena antes de continuar podía, por ejemplo, hacer desaparecer objetos. Del mismo modo, retrocediendo la película unos cuantos centímetros y comenzando la siguiente toma encima de lo ya filmado, lograba superposiciones, exposiciones dobles y disoluciones (fundidos y encadenados, como elemento de transición entre distintas escenas).

Méliès fue el iniciador de una práctica que, a través del uso de trucos técnicos, configuró el arte de la cinematografía. Posteriormente otros como Edwin S. Porter, y luego D. W. Griffith, desarrollaron los elementos de un lenguaje para narrar con imágenes; pero ha sido esa estrecha relación entre arte y tecnología la estructura que ha sostenido al cine hasta nuestros días. Treinta años después de su invención, el cine, que hasta entonces había sido mudo, pudo tener sonido en sincronía con la imagen y fue la evolución técnica y estética de estos dos elementos la que configuró finalmente el lenguaje audiovisual.

Inicialmente proyectado en pequeñas salas oscuras llamadas Nickelodeons y en ocasiones con el acompañamiento musical de un piano, el cine se convirtió en un espectáculo que cautivaba al público. Así se fue configurando un espectador cinematográfico y la sala de cine, que posteriormente fue un gran teatro, se convirtió en un recinto cargado de significados mágicos y casi religiosos para este sujeto. Los amantes del séptimo arte asistían al teatro como quien asiste a una misa. En el teatro, así como en la iglesia, se vive una experiencia colectiva sobrecogedora, aunque también solitaria.

En aquella época [la era del cine clásico hasta antes de la década de 1930] las películas se veían sólo en las salas de cine, que constituían, incluso en los barrios periféricos, unos grandes espacios litúrgicos, que a veces han sido comparados a los templos religiosos, por el recogimiento reverente de su público ante el espectáculo ofrecido por la gran pantalla. En su oscuridad propicia a la entrega cuasi-hipnótica del público, se producía una comunión emocional entre el espectador y las representaciones de la pantalla.

Con el correr de los años las pantallas fueron cada vez más grandes y la imagen más seductora. Desde 1950 el nuevo cine a color dejó atrás las proyecciones en blanco y negro y en los años setentas la incorporación del sistema cuadra-fónico, que creaba el efecto de un sonido proveniente desde varios lugares en la sala, sumergió aún más al espectador en la experiencia audiovisual. Los avances en la tecnología de las imágenes dieron paso a otro tipo de experiencias que, aunque también eran audiovisuales, no causaban en el espectador el efecto que el cine lograba. Así la televisión apareció como un advenedizo del cine, como una pequeña ventanita que se instaló en el hogar, un lugar más laico que el teatro.

Las transformaciones técnicas y estéticas en la experiencia audiovisual implicaron una relación distinta con el espectador y con el espacio en que ésta discurre. Actualmente, tras un siglo de cine, se configuran novedosas formas de experimentar lo audiovisual por intermedio de las nuevas tecnologías digitales, que por lo tanto implican nuevos espectadores. En las páginas siguientes trataré de mostrar grosso modo, algunos cambios tecnológicos, estéticos y sociales, que parecen llevar al cine a convertirse en una experiencia privada y ya no colectiva, aunque, según creo, igualmente sagrada.

La metamorfosis: De la pantalla grande a la chica.

Se dice que ver películas de cine en TV no es lo mismo, se dijo que la TV acabaría con el cine. Los amantes del cine en pantalla grande –expresión aparentemente redundante pues el cine es en pantalla grande- han desdeñado toda la vida la experiencia de ver filmes en la pantalla chica, y esto lo saben los fabricantes de televisores quienes siempre han tratado de emular en sus aparatos, las características de la experiencia cinematográfica. Por suerte para ellos la TV no es sólo para ver películas, pero siempre ha habido una búsqueda por mejorar las condiciones de imagen y sonido de los televisores. Hasta hace poco tiempo los intentos por llevar imagen y sonido de alta calidad al entorno doméstico habían dejado mucho qué desear, aunque poco a poco enseñaron el camino hacia el éxito. En efecto, con la aparición del vídeo fue posible llevar a casa las películas que hasta entonces sólo estaban disponibles en la sala de cine, o a través de la teledifusión satelital por los canales de TV, sin embargo, la menor definición o fidelidad de imagen y sonido del vídeo hacían que fuera preferible seguir yendo a ver los estrenos en la sala de cine, como de costumbre.

[...] la programación a la carta que permite el comercio videográfico, comprando o alquilando películas con una libertad que resultaba simplemente impensable unos pocos años antes, porque permite hacer teóricamente real el viejo sueño del “museo del cine” en la propia casa, se ve lastrada por la todavía mucho más baja definición de las grabaciones videográficas en los sistemas actualmente comercializados, por no mencionar la incontrolable y generalmente erosionada calidad de las videocasetes que se ofrecen en régimen de alquiler en los videoclubes.

Hay que tener en cuenta que, a pesar de todo, el televisor ya había conquistado un lugar privilegiado al interior del espacio doméstico desplazando a la radio. Hasta los años ochentas la TV ocupó un lugar importante en la sala de las casas –en algunas eran pequeños altares- y era observada colectivamente por el grupo familiar. Esta práctica supuso un entrenamiento del ojo para apreciar y entender las imágenes en pantalla chica y del oído para extractar selectivamente las voces y los sonidos necesarios para hacer comprensibles los relatos. Cabe añadir que lo anterior ha sido también potenciado por una tradición vococentrista, más en la TV que en el cine, en lo referente a la explotación del elemento sonoro.

Con el abaratamiento de los aparatos de televisión y las nuevas facilidades de pago ofrecidas por el mercado, los televisores se multiplicaron en el interior del hogar y actualmente no es extraño encontrar un aparato en cada habitación, convirtiendo lo que antes era una experiencia familiar y colectiva en una privada y aislada. Esta práctica se ha incrementado con la proliferación de diversos canales de la TV por cable y la TV satelital, que ha segmentado las audiencias de manera radical.

Pero antes de continuar, es importante revisar algunos antecedentes históricos relativos a la experiencia audiovisual de los espectadores, en lo referente a sus prácticas y en relación con el espacio que supone la experiencia cinematográfica.

Del teatro al cine.

La audiencia para la oscura sala de cine habría sido imposible sin la experiencia previa de la sala de teatro y de la iglesia como espacios para la exposición de relatos. En ambos lugares ocurre una congregación de seres humanos en estado relativamente pasivo, silencioso y expectante frente a una actuación ocurrida en el escenario. Al aparecer el cine, la experiencia de la reunión colectiva en una sala no es nueva pero sí está dirigida a un nuevo tipo de espectador.

Las formas de entretenimiento aparecidas en el siglo XIX [...] comienzan a constituir modos de exhibición particulares. De maneras más o menos radicales, éstos se alejan del típico ordenamiento espacial del teatro de acción real. Una de las tendencias es que las nuevas tecnologías de producción visual demanden una situación de contemplación más oscura y concentrada. En un sentido muy evidente, la imagen exhibida adquiere una definición más precisa en tanto imagen. Ésta se convierte en el factor visual dominante claro e indiscutible, en detrimento del “carácter festivo del teatro” y del “deseo social de ver y de ser visto” (Schivelbusch, 1995, 209). Aunque siguen siendo públicos, estos espacios de consumo comienzan a apelar más a la audiencia como espectadores individualizados y atentos.

A finales del siglo XX transformaciones en la industria cinematográfica mediadas por el mercado y las nuevas prácticas de consumo cultural, fueron eliminando la tradicional sala de cine de barrio reemplazándola por complejos comerciales tipo Múltiplex o minicines, en los que la oferta cinematográfica es muy variada y altamente sofisticada en términos de calidad de exhibición visual y sonora . Pero al estar enclavado dentro de espacios dedicados al consumo comercial, como una mercancía más, o como un entretenimiento pasajero, el cine a perdido el valor ritual que antes tenía. Igualmente las condiciones de proyección han cambiado con la reducción del tamaño de las pantallas: donde antes había un teatro ahora hay seis.

La multiplicación de los minicines para un público muy menguado y para beneficio del empresario (pues con un solo proyeccionista puede atender varias salas a la vez), ha supuesto el paso traumático de la antigua catedral a la capilla, en un compromiso espacial entre el antiguo formato teatral y la sala de estar televisiva, recortando drásticamente el tamaño de las pantallas y amputando al espectador de la dimensión litúrgica del rito.

Es con la aparición de la televisión y posteriormente de otros productos audiovisuales como el vídeo, que el espectador individualizado del cine se convierte en un espectador aislado en el mundo privado doméstico. La aparición del ordenador personal y las prácticas que su uso implican, supusieron una consolidación de este tipo de espectador.

La aparición de la emisión radiotelevisiva como nueva modalidad de distribución cultural de masas señala en el siglo XX un desplazamiento definitivo hacia un tipo de consumo cultural de tipo privado. La radio, la televisión, los productos de las tecnologías televisivas como el vídeo y, más recientemente incluso, la aparición de los ordenadores domésticos, han contribuido a restaurar el equilibrio en la relación entre el consumo público y el consumo privado de la producción cultural.

Actualmente a inicios de un nuevo siglo, las tecnologías digitales a través del ordenador han transformado la técnica y la estética de producción y recepción de relatos audiovisuales, e igualmente han dado origen a otro tipo de espectador o por lo menos a otro tipo de relación entre la audiencia y el espectáculo cinematográfico. Aunque el cine sigue siendo producido para ser exhibido en las salas tradicionales, se ha abierto la posibilidad de un nuevo espacio en el entorno doméstico que ya no adolece de las limitaciones de la televisión en cuanto a calidad de imagen y sonido, y que brinda la posibilidad de una experiencia intima y plena con la pantalla, más cercana a la de la sala de cine, pero que va más allá al incorporar nuevos elementos interactivos que permiten al espectador acceder a distintos fragmentos y extensiones del relato fílmico, que enriquecen, como nunca antes, la experiencia audiovisual.

El DVD y el Home Theater (teatro en casa) un nuevo sitio de goce.

Con la aparición del DVD o disco de vídeo digital (también se le conoce como disco versátil digital), los problemas de baja calidad de imagen, rápido deterioro y deficiente sonido de las cintas de videocasete pudieron ser superados. El nuevo sistema permite almacenar digitalmente –disminuyendo considerablemente las posibilidades de deterioro del material a causa del uso- grandes cantidades de información así como acceder más rápidamente a los archivos almacenados.

Disco de vídeo digital (DVD),es un dispositivo de almacenamiento masivo de datos cuyo aspecto es idéntico al de un disco compacto, aunque contiene hasta 25 veces más información y puede transmitirla al ordenador unas 20 veces más rápido que un CD-ROM. Su mayor capacidad de almacenamiento se debe, entre otras cosas, a que puede utilizar ambas caras del disco y, en algunos casos, hasta dos capas por cada cara, mientras que el CD sólo utiliza una cara y una capa. En un principio se utilizaban para reproducir películas, de ahí su denominación original de disco de vídeo digital. Hoy, los DVD-Vídeo son sólo un tipo de DVD que almacenan hasta 133 minutos de película por cada cara, con una calidad de vídeo LaserDisc y que soportan sonido digital Dolby surround; son la base de las instalaciones de cine en casa que existen desde 1996.

La revolución digital iniciada a mediados de los años noventas ha transformado las prácticas de creación y recepción de los productos audiovisuales. Inicialmente la aparición del CD o disco compacto de audio mejoró la calidad del sonido y acabó con la distribución comercial de los LP’s de vinilo, e igualmente disminuyó el uso de cintas electromagnéticas de casete. En el ámbito de la imagen las cámaras digitales de vídeo y fotografía permitieron una mayor resolución y mejor control en postproducción así como el abaratamiento de costos de producción. Todos estos adelantos tecnológicos, que ha supuesto la digitalización de la información, han significado la reconfiguración de los hábitos de recepción de los espectadores cinematográficos. Actualmente en el mundo académico existen amplios debates referentes a los cambios de tipo estético en la producción cinematográfica, con la aparición de la imagen digital generada por ordenador.

[...] en lo que respecta a las técnicas, el ordenador no solo añade nuevas formas de potenciar los medios consolidados de producción de imágenes, sino que también introduce posibilidades completamente inéditas. Merced a su integración en formas consolidadas, técnicas ya existentes como el montaje se vuelven más sencillas, más baratas y más rápidas. Al mismo tiempo, la producción digital de imágenes introduce modos característicos de combinación y recombinación de imágenes, que pueden suponer la combinación de imágenes producidas especialmente para ese fin, de imágenes de archivo, o una mezcla de ambas. Así, el montaje o collage de imágenes en movimiento derivadas de una gran variedad de fuentes distintas se consigue rápidamente, y, además, no solo, si así se desea, con una precisión casi perfecta, sino también con grados hasta ahora nunca vistos de sofisticación y complejidad.

¿Pero en qué consiste exactamente la propuesta del DVD y el teatro en casa? En primer lugar hay que tener en cuenta qué elementos conforman este nuevo sistema y espacio de audiovisión. La idea de teatro en casa es reproducir lo más fielmente posible, a escala, la experiencia del teatro o sala de cine. El componente principal es la pantalla digital de televisión que, ha diferencia de sus antecesoras, ahora es plana y delgada y se puede colgar en la pared o sobre un pedestal. Pero lo más interesante es la relación ancho / alto de 16:9, que ahora es igual a la pantalla de cine y permite visualizar todo el plano sin los usuales recortes a los costados de la TV estándar a 4:3.

Existen en varios tamaños dependiendo del espacio disponible. Hay que tener en cuenta, y esto es clave, que el concepto de teatro en casa plantea el uso de un lugar especial dentro del entorno doméstico. En algunas edificaciones nuevas los arquitectos ya están considerando el espacio para el cuarto de TV que suele ser una especie de sala pequeña.

El siguiente componente es el sistema de sonido Dolby Surround 5.1, un sistema de audio envolvente de varias vías con seis parlantes que se ubican alrededor del espectador y que proporcionan una experiencia auditiva igual a la de la sala de cine.

Finalmente está el reproductor de discos DVD que igualmente sirve para reproducir todos los formatos de vídeo y audio digital como el MP3 (audio comprimido), el Windows Media y el Kodak Picture CD, entre otros. Lo más interesante del sistema DVD es su componente interactivo multimedia. Al insertar un disco aparece un menú en pantalla que permite configurar las opciones de audio e imagen, seleccionar las escenas deseadas y visualizar material adicional a la película como reseñas biográficas de los actores y realizadores, escenas borradas, detrás de cámaras, comentarios del director y muchísimas otras posibilidades que enriquecen la experiencia de ver cine. Para aquellos cinéfilos que buscan información adicional a la película este sistema es ideal pues permite también conectarse a la Internet a través de enlaces y autorizaciones contenidas en el disco y así descargarla. Comercialmente uno de los aciertos de las películas en DVD ha sido la posibilidad de presentar las versiones del director que habían sido censuradas o editadas de la versión para sala de cine, además de los contenidos adicionales comentados anteriormente.

En el sistema de cine DVD confluyen las tecnologías y los usos que ya eran tradicionales en la televisión y el ordenador y que ahora configuran un nuevo producto. Como mencioné anteriormente la televisión implicó para el espectador el entrenamiento de sus sentidos para entender los relatos de la pantalla chica y para disfrutar de una experiencia audiovisual que, si bien no era de la magnitud del cine tradicional o de otros espectáculos externos y colectivos, se podía obtener sin salir de casa y con mayor control. El ordenador aportó el sistema multimediático y así el espectador aprendió a interactuar con menús, imágenes, textos y sonidos que incrementaron sus posibilidades de elección y de control de la información que actualmente con la Internet ha alcanzado su punto máximo. El ordenador, al igual que el televisor, también conquistó un espacio en el entorno doméstico lo cual supuso una reconfiguración de los lugares en el hogar de acuerdo a un uso específico de los instrumentos tecnológicos, esto no es nuevo pues dichas divisiones ya se daban con anterioridad como en la cocina, el patio de ropas, el estudio, etc., pero con el ordenador se trata de un uso que además es de tipo privado y que implica una práctica distinta, ya más solitaria.

La cultura visual digital consumida en casa constituye un espectáculo que posee un color característico: la televisión, el vídeo y el ordenador doméstico son precisamente máquinas que desafían la ubicación social; las habitaciones en las que se encuentran difuminan las fronteras entre categorías como las de lo urbano, lo suburbano y lo rural. De acuerdo con esta naturaleza de ámbito social mixto, ofrecen formas de espectáculo que, como ya hemos visto, no solamente están muy reguladas y son marcadamente repetitivas, sino que también se alejan o distancian mucho de la “realidad social” en su estilización y en su naturaleza de segundo orden. De menor escala, más protegida y más segura, esta recepción privada tiende a la involucración solitaria. La relativa cantidad de control que el espectador doméstico tiene sobre la imagen puede servir de cierta compensación frente a la falta de magnificencia y magnitud.

El nuevo espectador del cine digitalizado.

El cine digital en DVD apela a un nuevo tipo de espectador. Se trata de un ser en estrecha relación con instrumentos tecnológicos altamente sofisticados, que dispone de un espacio privilegiado dentro del entorno doméstico y que, rodeado de estos sistemas, se entrega al placer del espectáculo audiovisual, que explota de manera intensa las formas, imágenes y sonidos de un cine destinado a causar impacto sensorial.

El espectador de la cultura visual digital se define, por encima de todo, como un buscador de deleite visual y de estimulación corporal desenfrenada. En cuanto centro del asalto sensual, persigue lo ornamental y lo decorativo, los modos fastuosos, lo asombroso y lo impresionante, los matices del efecto escenificado y el momento de virtuosismo, la emoción del vértigo o el agôn de la competición.

El teatro en casa es una especie de oratorio en el que, así como un anacoreta, el espectador se entrega a una experiencia solitaria pero placentera de fruición audiovisual. La presencia del componente interactivo en la selección de escenas y demás posibles elecciones, así como la especial ubicación del espectador frente a la pantalla crean una ilusión de inmersión en el discurso audiovisual que no tardará en ser explotada aún más con la posibilidad de elegir finales alternativos en la narración o secuencias intercambiables que, al estilo de un vídeo-juego, permitan al espectador intervenir en la construcción del relato que observa. Con relación a la interactividad en los juegos de vídeo Darley plantea que “La interactividad, en el sentido que la analizamos aquí, parece ofrecer al espectador tradicional una vía de entrada al universo ficcional. El espectador deja de ser un mero espectador para convertirse en una figura activa”, es posible que con futuros desarrollos del cine digital y del DVD, esta afirmación pueda hacerse extensiva al texto cinematográfico.

¿Qué podemos esperar?

Frente al nuevo cine digital y en general frente a las nuevas tecnologías de los medios de comunicación existen posturas apocalípticas y posturas de celebración. Actualmente el acceso masivo a tecnologías como el cine en casa está limitado por el alto costo pero es previsible que, así como ocurrió con la radio, la TV y el ordenador, el mercado poco a poco irá bajando sus precios y estos productos estarán disponibles para un público más amplio. Las nuevas prácticas culturales de la posmodernidad tan ligadas al consumo y mediadas por el mercado ya vienen moldeándonos como sujetos mediatizados. Las pantallas de todos los tamaños proliferan y regulan nuestras vidas pues a través de ellas entablamos contacto seguro con los otros y con inmensas posibilidades de juego y placer. Creo que es muy posible que estas nuevas maneras de ver y disfrutar del relato audiovisual signifiquen, más pronto que tarde, el fin del cine tal como lo hemos conocido por más de cien años.

*Comunicador social. Universidad del Valle.

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